domingo, 19 de mayo de 2013

Las campanas



De las antiguas campanas de Aguilón solamente queda el recuerdo y algunos de los yugos de madera, se dice que desaparecieron durante la guerra civil.
Cuatro eran estas: Ana María, Cristina, Lucía, Bárbara y un campanico.

Ana María: era la más grade y se encontraba en el centro de la torre, tenía una inscripción que decía: "Ana María me llamo, doscientas arrobas peso, el que no lo quiera creer, que venga y me sostenga el peso”. "Doscientas arrobas, multiplicado por doce….”. No se tocaba casi nunca por miedo a que el volteo perjudicara la estructura de la torre, solo se tocaba con el badajo.

Cristina: Que pesaba sobre veintitrés arrobas.
Lucia: pesaba ocho arrobas. Era la predilecta, la que más se usaba según dicen porque era muy maja para tocar, era más larga y un poquico más estrecha...
Bárbara: de cinco arrobas, con la que se hacían pruebas de destreza, como intentarla callar haciéndola girar a toda marcha.
Antiguamente, eran muchas las funciones que desempeñaban las campanas en los pueblos, entre ellas, las de avisar, convocar, alertar e informar a los vecinos. Los toques de estas producían hermosos efectos para un pueblo como Aguilón.
Se distinguían las fiestas según el número de campanas que bandeaban, los domingos se repicaba con dos campanas y bandeaba una sola; para las fiestas, repique de dos campanas y bandeo de tres o de una, según la gente que viniese.
En las procesiones se bandea con tres campanas.
El toque de oración marcaba el principio, la mitad y el final de la jornada; tras el último toque las campanas ya tenían que permanecer en silencio toda la noche.
Los toques antiguos de difuntos se realizaban con las cuatro campanas; una de ellas oscilaba y se daban golpes con las otras tres.
Con las nevadas se bandeaba una de las campanas para orientar a los pastores en su regreso al pueblo.
Los toques recogidos en Aguilón en 1984 se basan en una sola campana, que indica, según el ritmo, la velocidad o la técnica, los diferentes toques necesarios para una pequeña población: oración, diario, domingo y festivo, muerto adulto, muerto niño, alarma. Se trata de la comunicación con los mínimos elementos necesarios para distinguir los diferentes mensajes comunitarios.
El repique de los domingos sigue el esquema habitual: repique, bandeo de la campana y primer toque de misa. Para distinguir de los días festivos, el bandeo se alarga algo más.
El segundo y el tercer toque de la misa de domingos corresponden al único toque de la misa diaria. La explicación es muy sencilla: para este toque no es preciso subir a la torre y se puede realizar desde abajo con la soga.
Esta forma de tocar tiene otra justificación: como el sacristán no puede estar en misa y repicando, realiza el primer toque desde la propia sala de campanas, aproximadamente media hora antes de la misa, pero luego debe estar en la sacristía para preparar la celebración. Entonces, cualquier chico puede hacer las señales del segundo y tercero desde el pie de la torre.
Se diferencia la señal de muerto del toque de misa de difuntos si se añade, tras el medio bandeo de la campana, la señal de misa, es decir una serie de golpes más lentos y uno solo al final.
El toque precipitado de la única campana es señal de alarma. Se describe también la señal de alarma para los pastores, es decir el bandeo de la campana, que en otros lugares se llamaría "toque de perdidos".
El nombre de la actual campana es María de San Andrés Apóstol, su peso es de 182 kg, mide 68 cm de diámetro y 56 de altura, su fundición es de 1823, y tiene un epígrafe de dice: "MARIA DE Sn ANDRES APOSTOL A DEVOCION DE SUS PARROQUIANOS AÑO DE 1823"
 
Entrevista realizada por Dr. Francesc LLOP i BAYO a Enrique Barberan en Abril de 1984

Los toques de campanas de Aguilón, o mejor dicho, los toques de la campana de Aguilón, pues solamente hay una, aportan a pesar de su simplicidad, o precisamente por ello, una serie de estructuras básicas en cuanto a ritmos, a ordenación de toques, que se repetirán y desarrollarán en otros pueblos, pero que aquí se anuncian y organizan de manera clara. Tuvimos la suerte de encontrar un sacristán, que sigue actuando, pero que conoció en su niñez las campanas antiguas, la guerra, la destrucción de la iglesia, el retorno al pueblo. Sus palabras nos sirvieron para entender, con una sola campana, lo que muchos otros campaneros, mejor surtidos, apenas practican y no comprenden.
ENRIQUE BARBERAN fue entrevistado el 28 de abril de 1984, por la tarde, en la sacristía y en la torre, mientras preparaba los ornamentos para la misa vespertina. Esa misma tarde realizamos el trabajo de campo, es decir la toma de datos de la torre y de la campana, y al día siguiente, tras la misa, le grabamos los toques. Su amabilidad, la libertad con que nos dejó trabajar, son verdaderamente dignas de ser destacadas. CONTINUA.......



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